lunes, 22 de agosto de 2011

Capítulo 1 - Sangre y truenos camarada

Blood & Thunder
Capítulo 1
Sangre y Truenos, camarada
"Seremos el escudo que vence a la oscuridad. Seremos la espada de fuego que aporta luz a la horda. Seremos La fuerza que defiende al débil. " Rakkyatt

Las anaranjadas colinas de Durotar se iluminaban con el sol vespertino. Contra el desierto, se recortaba la figura de Orgrimmar, como un testigo mudo, un recordatorio de que la Horda regía aquellos páramos. La Alianza no se atrevía a dejarse ver por allí, pues conocían cual sería su destino a manos de los héroes de la Horda. Uno de esos héroes, Rakkyatt, antes conocido como Thelass Bar'el paseaba por la Calle Mayor de la ciudad de la mano de su bella esposa, Ärthäks.
- ¿Qué te atormenta, Thel? - Ärthäks observaba a su esposo. Conocía aquella expresión en su rostro. Algo le rondaba la mente y ella sabía perfectamente de qué se trataba – Es de nuevo lo de Terrallende y Rasganorte, ¿verdad?
- No consigo quitármelo de la cabeza, Art – Thelass tenía la vista perdida en algún punto al frente mirando sin ver. - Nuestros aliados de la horda sólo se preocupan del futuro que tenemos por delante. Con el Cataclismo, parece como si los problemas de Terrallende y Rasganorte hubieran desaparecido. Como si no fueran más que un mal recuerdo. Pero sabemos que no es así, ¿verdad?
"Terrallende sigue ocupada por las hordas implacables de demonios de Maghteridon, que se abren paso poco a poco hacia el Portal oscuro. ¿Cuanto tiempo tardarán en llegar a Azeroth y acabar con toda forma de vida?
"En cuanto a Rasganorte... Pese a los rumores de que Arthas ha muerto, yo no he visto su cadáver y sus huestes aún siguen protegiendo la Ciudadela de Corona de Hielo. ¿Es que eso ya no es un problema para nadie? Es que soy el único idiota al que eso le roba el sueño? No lo puedo creer. Tiene que haber alguien más, en alguna parte, al que esto le preocupe."
- No sois el único al que esto le preocupa, si me permitís la interrupción – dijo una voz a sus espadas.
La pareja de elfos de sangre se giró y ante ellos vieron un orco de piel verde y pelo blanco. Parecía joven, apenas entrenado para la guerra. Aquellos ojos marrones aún no conocían el significado de la muerte. Aquellas manos enormes no habían derramado aún la sangre de ningún compatriota, pero pronto, Rakkyatt lo sabía, aquello sería inevitable. ¡Qué pronto perdería la inocencia que despedía aquella mirada!
- Saludos, joven orco. - Rakkyatt observó a su interlocutor de arriba a abajo, mientras su ojo entrenado en mil batallas trataba de imaginar con qué clase de luchador hablaba – sois un guerrero, ¿verdad?
- Así es, mi señor. Mi nombre es Ghral Grito de Guerra. - Ghral miró al elfo, sorprendido de que conociera su "oficio" con sólo mirarle. - Más, mi señor, ¿cómo habéis adivinado a que me dedico?
- Una armadura de malla, de segunda mano, posiblemente, pero resistente – Rakkyatt sonreía mientras le señalaba con el dedo.
- Y un orco no tiene las aptitudes necesarias para ser un paladín. - agregó Ärthäks. - Sin duda así es como mi esposo ha averiguado qué sois.
- Permitirme que nos presentemos – agregó Rakkyatt – Mi nombre es Thel... - Rakkyatt se recordó a sí mismo que ya no era Thelass Bar'el – Rakkyatt, mi nombre es Rakkyatt. Y esta es mi bella esposa, Ärthäks.
- Saludos, orco – saludó la elfa.
- Es un placer conoceros – agregó el orco – como iba diciendo, si me permitís, mi señor. No he podido evitar oír vuestra conversación. A mí también me preocupan esos aspectos de los que vos y vuestra encantadora esposa discutíais. Y, aunque aún soy joven, no siempre lo seré, y me gustaría luchar por proteger mi tierra mi señor.
"Años ha pasado desde que este conflicto que nos atañe era algo exclusivo entre la horda y la alianza. Hoy otras fuerzas luchan en nuestra contra. Fuerzas, que, sin genero de dudas; han de ser detenidas. Y estoy seguro que habrá más gente que piense como nosotros, mi señor. Sólo hemos de encontrarlos.
Rakkyatt se apartó de sus interlocutores y empezó a pasear de arriba a abajo mientras se mesaba su límpida perilla blanca. Ghral se adelantó un paso para ver si se encontraba bien cuando una mano cubierta por un guante de placas le cortó el paso. Ghral miró en dirección al brazo y observó a Ärthäks, que negaba con la cabeza
- No le molestes – dijo la elfa – está pensando.
Rakkyatt se detuvo de pronto y parecía hablar sólo. Miró en dirección a su esposa y al orco, analizándolos. Observando sus rostros y gestos. Como tratando de analizar sus pensamientos. Un escalofrío recorrió la espalda de Ghral. Era como si el elfo pudiera ver a través de él. Como si observara más que su rostro y su cuerpo. Como si viera su alma y la estrujara con las manos en busca de sus secretos más ocultos.
- Una hermandad – susurró Rakkyatt – Eso es lo que necesitamos.
- Hará falta disciplina – aportó Ghral.
- Una Orden Militar – agregó Rakkyatt – Como el Alba Argenta. Nosotros protegeremos los intereses de la horda. Seremos el escudo que vence a la oscuridad. Seremos la espada de fuego que aporta luz a la horda. Seremos La fuerza que defiende al débil. Sólo nos hace falta un nombre. Tiene que ser algo que represente a la horda y, que al mismo tiempo, al oírlo nuestro enemigos se atemoricen. Algo que denote la fuerza que debemos representar.
Rakkyatt se acercó a un guardia, con la intención de preguntar donde podrían registrarse como hermandad.
- Ahí, camarada, Urtrun Aunaclanes – Le dijo el guardia señalando a un orco de grises cabellos.
- Gracias, amigo – Rakkyatt se alejó del guardia meditando. Pensando en aquel nombre que se le resistía, cuando oyó la monótona despedida del guardia.
- ¡Sangre y Truenos, camarada!
Rakkyatt se giró y miró al guardia. Eso era. Ya tenía lo que le faltaba.
- ¿Qué deseas elfo? - dijo Urtrun.
- Quisiera formar una hermandad, Urtrun.
- ¿El nombre? - dijo Urtrun sacando un papiro y una pluma.
- BLOOD AND THUNDER
- Sí, sí, saludos, camarada – dijo Urtrun - ¿El nombre?
- Es ese Urtrun, Blood and Thunder.
- ¡Oh! Disculpame míster originalidad. Aquí tienes tus estatutos.
Rakkyatt sacó su pluma y con una estilizada letra anotó su nombre, después le pasó el papiro a Ärthäks que hizo lo mismo. Acto seguido, Ghral aportó su firma.
- Sólo necesitamos a alguien que dirija a nuestros hombres. Un Capitán de la guardia.- añadió Rakkyatt - Alguien fuerte, valiente, de fuertes convicciones, y por supuesto regio y autoritario.
En ese instante una fuerza de la alianza irrumpió en la entrada de Orgrimmar dispuestos a acabar con la vida de Garrosh. Un rugido desgarró el tumulto reinante oyéndose por encima del resto de gritos de pánico y dolor.
- ¡PODER CORNUDO! - Un enorme aturen de color negro pasó a la carga a su lado arrollando a los enemigos con su escudo y rematándolos con su espada.
- Creo que ya tenemos a nuestro capitán, chicos – dijo Rakkyatt.

CONTINUARÁ...

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