sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo 9 - La misión

Blood & Thunder
Capítulo 9
La misión

Caminaban entre las sombras, semi – ocultos bajo el manto de éstas, protegiéndose de miradas punzantes que se pudieran convertir en algo más a medida que pasaban más tiempo en aquella escombrera encantada de recuerdos y fantasmas. Kandel miró atrás, sobrexcitado y aún sin entender cómo le habían engañado para meterse en aquel lugar.

Había amanecido como cualquier otro día. La sonrisa habitual se pintó en su rostro al comprobar la compañía. Ni siquiera era capaz de recordar los nombres de las tres hembras que poblaban su cama. Pero recordaba nítidamente la noche anterior. Urrk se había perdido una buena juerga, por ser tan cabezota e irse a buscar al idiota de su padre. Entonces, sin previo aviso oyó el sonido del motor en el exterior, se giró, intentando dormir un rato más y, en ese momento se abrió la puerta de la habitación. Entró como una exhalación, los tímidos reflejos solares que entraban por la ventana recortaron su silueta contra la puerta, Aquellas dos malditas coletas eran más que reconocibles. Drusïlïa descorrió las cortinas de seda sin compasión y tiró de las mantas desarropándolo a él y a sus tres acompañantes. Observó uno a uno los cuerpos desnudos de aquellas que compartían su lecho. Una orca, una troll, y una preciosa elfa de sangre, para que luego dijeran que la horda se estaba fracturando. Él era un ejemplo de unión, si los jefes de los clanes hicieran como él, no habría tantas guerras, “de hecho, - pensó recordando a Lady Sylvannas – Yo me ofrezco para estrechar lazos con los Renegados”

  • Levántate, Kandel – ordenó Drusïlïa sin mirarle con un tono que no aceptaba discusión. - ¡Y vístete por la Luz!
  • ¿Qué pasa hermanita? - preguntó el elfo – Te da vergüenza mirar a un hombre desnudo. Podrías aprender mucho. Observa, esto se llama pene.
  • Si me diera vergüenza mirar a hombres desnudos, Kandel, no tendría problemas en mirarte.
  • ¡Ah! Entonces son las mujeres las que te dan vergüenza... Ahora entiendo por qué no te has estrenado aún... ¿Qué? ¿Sigues buscando tu mujer ideal?
  • O te levantas, o te cortaré esa miseria a la que tu llamas pene.

Kandel puso los pies en el suelo, se frotó los ojos y se puso la ropa interior. Después se colocó su túnica, una reliquia familiar que ya había vestido su abuelo antes que él, y por último se ajustó las botas. Se despidió de sus “amigas” prometiendo, falsamente que las llamaría.

  • ¿Cuántos hijos ilegítimos has engendrado ya, hermanito? - preguntó Drusïlïa ajustándose sus gafas de ingeniería y montando en su moto.
  • Bueno... creo que he perdido la cuenta. Esta noche entre dos y cinco, posiblemente. - respondió el mago sonriendo bobaliconamente.

Drusïlïa resopló y arrancó la moto que se puso en marcha con un estruendo de motores. Kandel subió en el sidecar y sujetó su sombrero para que no saliera volando. Pensaba que su hermana le llevaba a la sede de la orden, pero en el último momento, pasó de largo el callejón por el que solían meterse y se dirigió directamente a la Aguja Furia del Sol. Entraron en la zona de los instructores de portales y accedieron a Las Tierras Devastadas. Drusïlïa llamó a su dragón abisal, Verdan, y se alzó un par de metros, mientras Kandel desenrollaba su alfombra voladora.

  • Sígueme – ordenó la elfa.

Alzó el vuelo y se dirigió a toda velocidad direccion noreste. Llegaron a una zona devastada. Casas de claro origen humano se habían convertido en un amasijo de escombros y piedras derruídas. Pocas de esas edificaciones conservaban aún parte de su tejado. Menos aún lo conservaban entero. Drusïlïa comenzó a descender con su dragón, y éste a un par de metros del suelo descendió despacio en vertical. Desmontó y miró hacia el cielo, a su hermano. Éste descendió en pos de ella haciendo piruetas con su alfombra. Ella entronó la mirada y se dirigió hacia la piedra de invocación con cortos pasos. Pensó en los miembros de su grupo a los que tenía que llamar para realizar la tarea e inició el hechizo de invocación. Kandel la apoyó desde detrás para llevar a cabo tan complicado hechizo. Ante ellos, como por arte de magia aparecieron Holyn, Domynic, Akchar, y un goblin al que Kandel no conocía.

  • Saludos – dijo Holyn con una reverencia.
  • Saludos Magister, Alto Señor – dijo Drusïlïa con una inclinación de cabeza.
  • ¡Ey! - respondió Domynic dándole unas palmaditas en el hombro a la elfa con más fuerza de la debida.
  • Os pongo en antecedentes – dijo Holyn si más preámbulos - En el interior de esta torre, hay una biblioteca. En ella se encuentran unos documentos muy importantes que hablan del Portal Oscuro. Estos documentos fueron escritos por el mismísimo Medivh y son de vital importancia para la orden, la Horda, y todo Azeroth. La misión no debería tener demasiadas complicaciones, Pues hace años que la torre está abandonada...
  • ¿Y entonces por qué diantres hemos venido todos? - preguntó Kandel molesto por que le hubieran despertado para semejante tontería. - ¡Vaya estupidez de misión oficial. No hacemos más que recoger papiros y escritos para que mi padre, que a saber donde diantres se ha metido, pase el rato en la sede. Esto es una maldita pérdida de tiempo.

Todos lo vieron venir excepto él. La bofetada resonó en todo el páramo, el sonido rebotó en las montañas y volvió de nuevo a donde ellos estaban. Cuando Kandel volvió el rostro tras el revés, se encontró la cara de su hermana torcida en una mueca de enfado.

  • En primer lugar, nadie te ha pedido tu opinión – empezó a decirle – en segundo lugar aprende a guardar silencio cuando hable un Magister, y en tercer lugar empieza a comportarte como el hombre que dices ser y no como el niño que realmente eres.
  • Si vuelves a tocarme... - dijo Kandel.
  • ¿Qué, muchacho? - respondió Domynic adelantando un paso y colocándose entre los dos hermanos – si vuelve a tocarte, ¿qué?

Kandel retrocedió un paso ante la mirada del renegado. Por un instante, su cuerpo se estremeció de terror, y al instante recuperó la compostura. Entonces fue Akchar el que se adelantó un paso y se colocó junto a Domynic.

  • Mi señor, - dijo meditando cada palabra que decía y escogiéndolas cuidadosamente. - No creo que sea el momento para rencillas personales ni discusiones familiares, si me lo permite. Hemos venido a realizar un trabajo para la orden y eso es lo que tenemos que hacer, al menos esa es mi opinión y creo que todos estaremos de acuerdo en este punto.

Domynic asintió sin apartar la mirada del joven mago que le miraba con terror en los ojos.

  • Como iba diciendo antes de esta molesta interrupción, - dijo Holyn echando, discretamente más leña al fuego – Hace años que la torre está abandonada, pero no podemos fiarnos de todo lo que nos dicen, como bien sabéis. Puede que dentro se haya establecido algún grupo hostil como los Defias o incluso el Martillo Crepuscular – miró a Kandel directamente y agregó – por eso hemos venido todos.
  • ¿Y él, Magister? - preguntó Akchar señalando al goblin.

El goblin dio un paso al frente y alzando la cabeza miró a todos los presentes.

  • Yo mismo me presentaré si me lo permite Magister. - Holyn asintió con la cabeza ante las palabras del goblin – Mi nombre es Maertin Tuercacobre, orgulloso miembro de la orden Blood and Thunder y archivista de la misma. Reviso, corrijo y archivo todos los documentos que llegan a nuestro poder. Maese Holyn creyó apropiado que yo viniera con vosotros en calidad de experto en documentos. Y yo siento orgullo de que tan excelsa persona me haya escogido de entre las cientos de posibilidades que ofrece nuestra grandiosa horda.

En último término, Holyn preguntó si había alguna duda y todos negaron con la cabeza. Entraron en la torre con Domynic abriendo camino. Tal y como Holyn había explicado, la torre se encontraba vacía. Tras varias vueltas y dar la vuelta en varios pasillos medio derruidos, encontraron la antigua biblioteca. Maertin buscó en las estanterías el tomo que buscaban sobre el portal oscuro. En varias ocasiones, Akchar le subió en brazos para que pudiera buscar en los estantes más altos a los que el goblin, por su limitado tamaño no llegaba.

  • ¡Aquí está! - dijo de pronto cogiendo un libro de grandes dimensiones.

Cuando sacó el libro de la estantería y Akchar lo depositó en el suelo, el goblin lo hojeó para asegurarse de que era lo que buscaba. En ese momento, una voz resonó en la sal dejándolos a todos petrificados en el sitio durante unos instantes.

  • Ese libro no os pertenece – dijo la voz – dejadlo en su lugar y marcháos u os arrepentiréis.
  • ¿Y si no lo hacemos? - preguntó Akchar desafiante.
  • Moriréis – se limitó a responder la voz.
  • Bueno, - respondió Domynic a su vez – eso no es un problema para Holyn y para mí.

De pronto, proveniente del pasillo por donde habían venido se oyó un coro de voces que se dirigían hacia ellos. De la puerta que había cruzado empezaron a aparecer cientos de fantasmas armados y desarmados rugiendo de rabia.

  • ¡Corred! - gritó Domynic.

El grupo echó a correr en dirección contraria a la que venían sus enemigos. Atravesaron varias salas y ascendieron varias veces hasta salir a una terraza con los fantasmas pisándoles los talones. La puerta tras ellos se cerró de golpe y apareció delante un draenei de grandes proporciones.

  • No escaparéis tan fácilmente – adviritió el nuevo enemigo.

El grupo atacó cada uno a su manera. Domynic y Akchar se lanzaron a la carga derribando al draenei. Holyn, Drusilia y Kandel prepararon sus hechizos y aprovecharon que el enemigo estaba en el suelo para lanzarlos. El colosal enemigo se levantó con la furia brillando en su mirada y lanzó un único ataque. Múltiples rayos de color rojizo salieron de sus manos y se estrellaron contra ellos. El grupo cayó de rodillas al suelo, todos malheridos. Drusïlïa, apretó el broche que tenía en su capa y rezó para que surtiera el efecto esperado. Mientras, el draenei caminó hasta ella y puso una espada enorme sobre su cuello, la alzó con una sonrisa prepotente en su rostro y la bajó a toda velocidad. Entonces, antes de que pudiera segar su cuello, una enorme bola de fuego se estrelló contra su pecho y le hizo trastabillar.

  • No te atrevas a tocarla, maldito hijo de ogra – dijo Kandel preparando su siguiente hechizo.

Drusïlïa sonrió para sus adentros. “Ése es mi hermano – pensó la muchacha llena de orgullo por unos instantes”. El Draenei se limitó a lanzarle una bola de fuego igual que él había hecho y Kandel salió disparado varios metros hacia atrás, estrellándose contra una pared cercana.

  • Se acabó – anunció el Draenei alzando nuevamente su mano.
  • ¡PODER CORNUDO! - se oyó de pronto surgiendo de encima de ellos.

Borf cayó justo delante de Drusïlïa y de un solo tajo cercenó la mano del Draenei. Este retrocedió varios pasos sujetándose el muñon sanguinolento y rugiendo de dolor.

  • A ver como lanzas tus hechizos ahora, idiota – soltó el tauren manteniéndose en guardia.

El draenei se lanzó a la carga con su espada lanzando un aterrador rugido. Para cuando ambas espadas chocaron, Holyn y Drusïlïa ya se habían levantado y habían sanado a todo el grupo. Akchar y Domynic se lanzaron a la carga, este último riendo a carcajadas. Tres hechizos, dos sagrados y uno de fuego impactaron contra el pecho del draenei antes siquiera de que se escuchara el impacto del metal contra el metal. Borf estampó su espada contra la del draenei con tanta fuerza que saltaron chispas del acero. Las otras tres armas que se acercaban a él encontraron huecos fácilmente y se incrustaron en la carne.

El draenei rugió de dolor y cayó de rodillas con su torso convertido en una masa de carne sanguinolenta. En ese momento Todos pusieron todo su empeño en el ataque. Dos martillos de Luz se estrellaron contra su cabeza, otros  dos hechizos luminosos más acabaron de derribarlo, y la espada de Domynic le cercenó la cabeza, que rodó hasta caer por el borde de la terraza donde se encontraban.

El grupo estalló en vítores, felices de la victoria que casi les cuesta la vida. Drusïlïa sonrió a su hijo adoptivo con cariño y éste señaló el broche idéntico al de ella que pendía en su capa. Entonces, la elfa se giró hacia el único que no celebraba la victoria. Akchar permanecía de rodillas y sujetaba algo entre sus brazos. De pronto, los vítores y la algarabía se silenciaron. El joven elfo sostenía el cuerpo de Maertin. El chico los miraba con lágrimas en los ojos.

  • Ha... ha muerto – dijo estrechando el cuerpo del goblin contra su pecho.

CONTINUARÁ...

EN EL CAPÍTULO 10 SE CERRARÁ UNA TEMPORADA. NO OS LO PERDÁIS.

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