jueves, 15 de septiembre de 2011

Capítulo 5 - Cambio de gerencia

Blood & Thunder
Capítulo 5
Cambio de gerencia
"¿Yo? Es una locura. Mandaría la hermandad al quinto infierno en dos días... " Kandel Bar'el reconociendo sus limitaciones.

Dejó que el viento meciera su cabello mientras caminaba. Kandel se dirigía a paso tranquilo a ver a su hermana melliza. Desde que volvió, su relación no había sido muy buena pero había reunión y le habían encargado a él informarla. Cuanto odiaba que le encargaran ese tipo de cosas. ¿Es que acaso era el maldito mensajero de la orden solo porque podía teletransportarse de ciudad en ciudad? No le parecía justo de ser así. El taller donde Drusïlïa trabajaba estaba cerrado, como de costumbre. Como de costumbre, también, Kandel se resistió a llamar. Palpó por encima del marco y cogió la llave que su hermana guardaba allí. La metió en la cerradura y abrió la puerta.
Drusïlïa se giró inmediatamente hacia la puerta con la cara y las manos manchadas de grasa. No estaba sola. Un elfo más o menos de su misma edad se giró también sorprendido. Drusïlïa caminó hacia su hermano con el ceño fruncido, limpiándose las manos y la cara con un trapo. Kandel la miró con arrogancia y sonrió.
– Perdóname linternilla – dijo el mago mirando al elfo desconocido – No sabía que tenías compañía.

– ¿Es que no sabes llamar a la puerta, chispita? - preguntó furiosa la sacerdotisa clavándole el dedo en el pecho.
El elfo desconocido pasó junto a ellos y mirando a Drusïlïa dijo:
– Yo ya me voy mi lady, ¿mañana a la misma hora?

– Te avisaré – respondió Drusïlïa con el gesto torvo.

– ¿Ya te vas? - Le preguntó Kandel al desconocido – Pero si ni siquiera hemos sido presentados como es debido. Yo soy Kandel Bar'el, un placer.

– Sé quien eres. - respondió el desconocido – No hay más que preguntar por ti en las tabernas y burdeles de Lunargenta.
Kandel iba a contestar cuando el tipo se esfumó ante sus ojos. Se giró hacia Drusïlïa, que lo seguía mirando con ira.
– Siento haberos interrumpido hermanita – dijo Kandel sonriendo.

– No has interrumpido absolutamente nada grandísimo idiota. -respondió Drusïlïa – Ese era Malian, mi alumno de ingeniería. Y no hay absolutamente nada entre nosotros.

– Ya, ya, lo que tú digas. Oye hay una reunión en la sede y me han pedido que te avise. Si te quieres cambiar de ropa yo iré abriendo el portal para ir a Lunargenta.
Drusïlïa se giró sin contestarle y entró en su cuarto. Cerrando la puerta, Se empezó a cambiar de ropa. Eligió para la ocasión una túnica blanca, se colocó ante el espejo y se rehízo sus características coletas. Se dirigió al taller donde su hermano la esperaba ante el portal. Siempre le habían llamado la atención este tipo de magia. Una y otra vez se preguntaba si no habría alguna manera de reproducir ese hechizo mediante sus máquinas.
El portal no era más que un orbe flotante a través del cual se veía la ciudad de destino. Sólo tenía que atravesarlo y estaría en Lunargenta. Así lo hizo, notando un pequeño pero común mareo cuando se materializaba en el otro lado. Montó en su Mecajarly y esperó a que Kandel saliera del portal para que montara en el sidecar que llevaba incorporado. Se dirigieron a la sede a toda velocidad. Holyn los esperaba en la entrada. La sacerdote bajó de la moto y saludó al renegado con cortesía.
– Llegáis dos horas tarde mi lady, todos os esperan – Holyn miró a Kandel de arriba a abajo – aunque estoy seguro de que este retraso no es culpa vuestra, ¿verdad?

– Deduces bien, Bryan – respondió la elfa – como siempre.

– Pasad, están todos esperando.
Drusïlïa entró con paso enérgico. No le gustaba llegar tarde. Odiaba que la tuvieran que esperar. Miró a su hermano. Sonreía mientras silbaba una tonadilla alegre con las manos en los bolsillos. ¿Porqué tenía que comportarse así? Drusïlïa sabía bien como era él en realidad. Sabía de la bondad que habitaba en el corazón de Kandel. ¿Porqué su hermano se empeñaba en ocultarla bajo esa fachada de desinterés e irresponsabilidad?
Entraron en la sala de reuniones y observó a su alrededor. Allí estaban todos y algunos a los que no conocía. Kandel, como era costumbre se desenvolvía de maravilla saludándolos uno a uno. En ese momento saludaba a Saphhiron y a Reklaar. Hablaba con ellos animadamente sobre un tema que Drusïlïa no acertaba a escuchar. La orca lo miraba con cara extraña mientras el elfo de sangre asentía con énfasis. Drusïlïa se introdujo entre la multitud y se colocó junto a su pupilo Zaakher, el trol. Holyn siguió avanzando y se colocó en el escalón donde generalmente se colocaba su padre para hablar con la multitud, donde le esperaba Ärthäks con cara de pocos amigos.
– Silencio, por favor – pidió el renegado.
Pero nadie le hizo caso. El barullo se oía por encima de la voz del sacerdote que se intentaba hacer oír por todos los medios.
– ¡QUE OS CALLÉIS DE UNA MALDITA VEZ! - rugió Ärthäks.
El barullo se silenció y todos miraron a la caballero de la muerte con cara de susto.
– Bryan, querido, cuando quieras. - dijo con voz melodiosa Ärthäks.

– Gracias, mi lady – dijo el sacerdote dirigiéndose a la elfa. Acto seguido sacó una carta y se puso a leer en voz alta. - Queridos hermanos y hermanas. Siento no poder deciros esto personalmente, pero sé que en los labios de Holyn todos entenderéis mis palabras. He tenido que partir a un destino que no expondré en esta misiva, para cumplir con una misión cuyos detalles tampoco expondré aquí. - Holyn hizo una pausa, miró a su alrededor y, tras asegurarse de que todos le prestaban atención, continuó. - Habéis de saber todos que me ha costado mucho tomar esta decisión y más teniendo en cuenta la juventud de nuestra noble orden. Mas, si he partido, ha sido por que no he tenido otro remedio. Y en pleno conocimiento de mis deberes y virtudes, delego mi poder y responsabilidad con la hermandad en Kandel. Si mis Altos mandos estiman que mi decisión no es acertada, ellos delegarán el peso de la hermandad sobre el otro candidato expuesto en un anexo solo para sus ojos. Sangre y truenos, camaradas. Victoria o muerte.



Holyn guardó la carta y miró a sus hermanos. Todos le miraban boquiabiertos, esperando que continuara. El sacerdote pensó despacio, y muy seriamente añadió:
– La firma Lord Thelass Bar'el. Nuestro Alto Señor.

– Holyn – dijo Kandel dando un paso al frente – Eso ya lo habíamos deducido nosotros. Pero, ¿yo? Es una locura. Mandaría la hermandad al quinto infierno en dos días.

– Lo sabemos, Kandel – respondió el sacerdote – por eso mismo hemos delegado el poder sobre el otro candidato tal y como tu padre propone.
El resto de la hermandad estalló en risas por el corte que el sacerdote le había dado al mago, que, de pronto, había enrojecido hasta el cuello. Holyn esperó pacientemente a que las risas cesaran y observó a la persona que alzaba la mano paciente y educadamente.
– ¿Sí, Urrk? - preguntó cuando el silencio se impuso.

– ¿Quién se queda al mando entonces, Magister? - preguntó el orco inquieto.
Holyn miró a Ärthäks en busca de apoyo. La caballero de la muerte dio un paso atrás y guardó silencio. La mirada del sacerdote se posó después en el otro mando, Borf, que no estaba de acuerdo con la decisión y agachó la cabeza con una imperceptible sonrisa en el rostro. Tragó saliva y pronunció el nombre con cautela.
– Domynic Drake
Todos los miembros de la hermandad se echaron a un lado dejando ver al no – muerto. El guerrero que ni siquiera se había enterado de la conversación trataba de abrir una nuez con una piedra sobre el suelo de mármol. Al ver que todo el mundo lo miraba, se levantó y se metió la nuez en la boca.
– ¿Qué? - dijo lanzando pequeños trozos de nuez.
Holyn miró al guerrero, al que la malas lenguas (y algunas buenas también) llamaban loco. ¿Sería la decisión más acertada para Blood and Thunder? ¿O sería el final de la hermandad?
CONTINUARÁ...

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